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Vacaciones en Familia: Un Espacio para el Disfrute y el Aprendizaje en los Vínculos

  • Foto del escritor: Verónica Mackinson
    Verónica Mackinson
  • 18 sept 2024
  • 3 Min. de lectura


Las vacaciones suelen ser el anhelado momento de desconexión que muchas familias esperan durante todo el año. Un paréntesis en la rutina diaria donde se busca descanso, diversión y compartir momentos de calidad con los seres queridos. Sin embargo, aunque este tiempo está destinado al disfrute, también puede ser un espacio donde se ponen en juego dinámicas familiares que, en la vorágine del día a día, tienden a pasar desapercibidas.


En la convivencia diaria durante las vacaciones, los miembros de la familia se encuentran por más tiempo del habitual, lo que a veces puede generar tensiones. Mientras en la vida cotidiana el trabajo, la escuela y las actividades externas marcan la pauta y organizan el tiempo, durante las vacaciones el ritmo cambia. Es un período en el que se baja la guardia y se relajan algunas de las estructuras que mantienen el equilibrio familiar. Sin embargo, este relajamiento también puede poner de manifiesto conflictos latentes o pequeños roces que, al no ser tratados a tiempo, podrían afectar la armonía familiar.


Como bien señala Salvador Minuchin (1991), uno de los pioneros en la terapia familiar, las familias son sistemas vivos y dinámicos que tienden a reequilibrarse cuando se enfrentan a cambios en su entorno. Este reequilibrio, que durante las vacaciones puede verse alterado por la convivencia constante, es una oportunidad para observar de cerca las relaciones familiares. Momentos de conflicto, que parecen surgir de manera inesperada, pueden ser una señal de que ciertos aspectos necesitan ser revisados y trabajados para fortalecer los lazos familiares.


Es importante no ver estas tensiones como algo negativo, sino como una oportunidad de aprendizaje. En muchas ocasiones, la convivencia continua durante las vacaciones revela dinámicas que no se detectan en el ajetreo diario, donde las obligaciones suelen relegar los espacios de comunicación y reflexión. Lo que se vive durante estos días es una oportunidad valiosa para detenerse y observar cómo se están manejando los vínculos dentro del hogar, y si hay áreas que pueden mejorar.

Un ejemplo claro es cuando las parejas o los padres descubren que, al estar tanto tiempo juntos, surgen conflictos relacionados con la comunicación o la gestión de las emociones. A menudo, los desacuerdos que surgen durante las vacaciones tienen su raíz en asuntos que han quedado sin resolver durante el año y que, por falta de tiempo o energía, no se abordan adecuadamente.


Entonces, ¿qué hacer con estos desafíos que surgen durante el tiempo de descanso?

La clave está en ver estos momentos como una oportunidad para reflexionar y trabajar en las relaciones. Si bien el propósito principal de las vacaciones es relajarse, también es el momento ideal para observar el estado de los vínculos familiares y de pareja, y proponerse hacer los ajustes necesarios para mantener la armonía.


Cuando las tensiones se vuelven recurrentes o cuando las conversaciones en familia no llevan a una solución, puede ser útil recurrir a un profesional, como un Orientador Familiar, que los guíe en este proceso de reflexión y ajuste. Al contar con la orientación adecuada, las familias pueden identificar patrones de comportamiento, mejorar la comunicación y desarrollar herramientas que les permitan resolver conflictos de manera más efectiva. Como menciona Jesper Juul (2002), experto en terapia familiar, las relaciones familiares requieren tiempo, escucha y, sobre todo, una disposición activa para mejorar y ajustar el equilibrio en los vínculos .


El retorno a la rutina después de las vacaciones puede ser el momento perfecto para actuar. Si durante el descanso surgieron conflictos o tensiones, no hay que ignorarlos o dejarlos atrás al volver a la rutina. Al contrario, este puede ser el momento idóneo para detenerse a pensar en lo que la familia necesita para funcionar mejor. Y si es necesario, pedir ayuda profesional no es un signo de fracaso, sino de responsabilidad y deseo de fortalecer el bienestar de todos los miembros. Este puede ser el primer paso hacia un camino de mejora y crecimiento en nuestras relaciones, garantizando una convivencia más saludable y equilibrada.

 

Referencias:

Juul, J. (2002). Tu hijo, una persona competente: Hacia los nuevos valores de la familia (2.ª ed.). Herder.Minuchin, S. (1991). Familias y terapia familiar. Gedisa.

 
 
 

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